La vuelta a Ruai siempre da un
aire fresco a mi vida.
Pese a ser la cuarta vez que
visito Ruai cada experiencia, cada vivencia es diferente y humanamente
enriquecedora.
Como cada año me he dedicado a
enseñar a los niños de la escuela St. Joseph Freinademetz a realizar
actividades manuales, lo que aquí entendemos por hacer plástica. Hemos hecho
muchas cosas: flores, collares, pulseras,… todo con material que trajimos desde
España en nuestras maletas.
Nos dimos cuenta que algo que les
cuesta hacer es doblar hojas de papel para crear un objeto. Por ello, este año
hicimos un sombrero con hojas de papel de periódico, pero lo que les gustó
mucho fue hacer el barco de papel. Primero lo hicimos nosotras y cuando salió
el barco, se quedaron todos con la boca abierta. Para ellos era como si
hubiéramos hecho magia. La última actividad con ellos fue realizar globoflexia,
que consistió en hacer sombreros y espadas con globos de colores. También fue
una de las actividades que les gustó mucho.
Este año sólo estuve 2 semanas,
pero fueron muy intensas. Como he dicho anteriormente cada año te llevas una
experiencia nueva, diferente, pero lo que de verdad no cambia es la gente. Ruai
está rodeada de gente amable, cálida y acogedora que hace que nos sintamos en
casa.
Ellos nos agradecen infinitamente
que vayamos a Ruai para ayudarles, pero somos nosotros los que de verdad les
damos las gracias por darnos aquello que no les sobra.
Ellos hacen que aprendamos a ser
humildes, a no ser egoístas, a apreciar el bien que tenemos, te enseñan a
pensar en lo humano y a dejar de lado lo material,… Y ante todo y sobre todo,
nos enseñan a profundizar más a vivir como cristianos.
¡Muchas gracias! Asante sana!
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