Estas semanas ha
estado en la Diócesis el misionero paúl Manuel Botet, hijo de Vall de Uxó. Su
trabajo pastoral en Honduras, uno de los países latinoamericanos más violentos,
se centra en la pastoral juvenil. Este sacerdote, que estudió en seminario diocesano,
explica que los jóvenes con los que trata están en una búsqueda por la
inseguridad e incerteza de su vida, y de ahí la entrega al Reino de Dios y el
seguimiento de Jesucristo sea para ellos una respuesta muy válida: “Ven que hay
la necesidad de anunciar y testimoniar que la vida puede ser de otra manera de
cómo está sucediendo en la realidad que ellos encuentran”.
Botet está
convencido que esta búsqueda es común a todos los jóvenes. Desde esta visión,
muestra cómo anunciar la Buena Noticia para despertar la fe: “La realidad es la
pobreza, la miseria y el sufrimiento, pero también hay otra realidad que es la
entrega la generosidad y la caridad, de modo que poder confiar en el hermano ya
es como un empuje para también confiar plenamente en Jesús. Los jóvenes tienen
esa generosidad de querer ayudar ante las adversidades, y cuando comparten con
los que están sufriendo o están más necesitados que ellos entonces también
sienten que Jesucristo está con ellos y necesitan buscar más y crecer más en la
fe”.
Manuel Botet
también ha compartido su experiencia de parroquia misionera. Su último destino
es una parroquia que atiende a cinco suburbios de la capital hondureña,
Tegucigualpa, aunque participa en misiones como en la de San Francisco de Asís,
donde dos presbíteros son responsables de una parroquia para 47 pueblos
rurales. También ha pasado siete años en San Vicente de Paúl, una comunidad
formada por 17 pueblos y cinco barrios de San Pedro de Sula.
De su
experiencia en la pastoral resalta el papel de los Delegados de la Palabra. Se
trata de hombres y mujeres, a menudo promocionados por las propias comunidades
de base por su testimonio y entrega personal, que aseguran el cuidado de los
fieles en ausencia de los presbíteros. No se trata de un servicio de buena voluntad;
después de ser acompañados por el equipo local de Delegados, los candidatos se
forman en un centro diocesano durante tres o cuatro años en pastoral, teología
y dimensiones humanas. Al final son enviados por el Obispo con un nombramiento.
Botet explica que “dada las dimensiones de la vida pastoral, su papel es
clave”, y añade que lo ejercen con una enorme responsabilidad.
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