El
pasado día 9 de febrero, tuvimos en el seminario Mater Dei el 2º encuentro
diocesano de misiones.
Nos
reunimos unas 35 personas. Todas ellas con alguna vinculación con la misión “ad
gentes”.
El
Sr. Obispo presidió el encuentro.
Tras
una oración, uno a uno, fuimos presentándonos expresando nuestra vinculación
con las misiones.
Fue
muy enriquecedora la escucha de los pequeños testimonios de los presentes entre
los que había jóvenes, gentes de mediana edad y personas con bastantes años.
Unos
han estado en las misiones unas semanas, otros algunos meses, bastantes algunos
años y también los ha habido que, bien podríamos decir, que toda su vida se ha
desarrollado en las misiones.
Muchos
dijimos que de nacer de nuevo repetiríamos la experiencia.
Todos
fuimos enriquecidos y bien podría decirse que los pobres nos han evangelizado.
Todo ello no es sinónimo de vida fácil, de carencia de dificultades. Las ha
habido y muchas empezando por la comida, la lengua, la mentalidad, en ocasiones
la violencia etc. Pero lo recibido es mucho más que lo que hemos dado.
A
mi me ha hecho pensar que las misiones son un iceberg. Lo que se ve es poco
comparado con lo que queda oculto. Es una inmensa riqueza que queda de
ordinario oculta en el seno de las comunidades.
Uno
de los presentes me decía que una vivencia como la de esta mañana de febrero le
había ayudado a tomar conciencia de la amplitud de la acción del Espíritu Santo
que va suscitando vocaciones diversas en el seno de las comunidades eclesiales.
Se
resaltó bastante que el fundamento de la misión siempre está Jesucristo que es
a quien, de una forma u otra, anunciamos, de quien somos testigos y damos razón
de él. Para poder llegar ahí estamos llamados a ser amigos suyos.
Para
mí fue una bocanada de aire fresco que ensancha el corazón
También
observamos que las expresiones de fe son distintas según los lugares y que
nuestra vivencia de la fe ha sido enriquecida y fortalecida con esa presencia
en las misiones.
Gracias
a todos los que participasteis.
Eduardo
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