¿Por qué santa Teresita es Patrona de las Misiones?
¿Cómo es posible
que una religiosa de clausura fuera proclamada Patrona de las Misiones?
Santa Teresita se
define a sí misma como enamorada y esposa de Jesús. Durante toda su vida
experimentó la fuerza sanante, liberadora y transformadora del Amor de Jesús.
Comprendió la infinita Misericordia de Dios que nos da todo su Amor y nos salva
por medio de la Encarnación, Pasión y Resurrección de Jesús con su presencia en
la Eucaristía. Ante este Amor infinito de Jesús, Teresita quiere responderle
entregándole totalmente su Amor: «Amor por Amor; sangre por sangre».
De la experiencia
del Amor y Misericordia de Jesús, nace su pasión misionera: quiere que todo el
mundo conozca y ame a Jesús y goce de las oleadas de «ternura infinita» que hay en su
Corazón.
¿Cómo realizará
esta misión? Con su oración, con su amor, con su sufrimiento y con sus pequeñas
obras de amor. Haciendo todas las cosas por Amor, contribuirá a que éste circule
por toda la Iglesia para que cada uno de sus miembros pueda vivir la
reciprocidad de Amor con Jesús.
En una hermosa
parábola sobre la comunión eclesial, Teresita explica de forma simbólica esta «misión». Ella se
considera como una niña situada al pie del trono del Rey (Jesús) y de la Reina
(la Iglesia) que arroja pétalos de flores ante estos tronos. Estos pétalos son
las pequeñas obras de amor de cada día. Estos pétalos, explica, son «nadas», pero «nadas» que agradan a
Jesús. Entonces la Iglesia celeste los recoge y los presenta a Jesús que, al
tocarlos, adquieren un valor infinito y salvífico. Luego, esta Iglesia celeste,
jugando con Teresita, los derrama como lluvia de pétalos sobre la Iglesia terrestre
y sobre la Iglesia purgante para que lleguen pronto a la plenitud del amor, es
decir, a la perfecta reciprocidad de Amor con Jesús. Con sus pequeñas obras de
amor, los «pétalos» de Teresita circulan
por toda la Iglesia fortaleciéndola en el Amor de Jesús.
Durante la
tuberculosis que le llevará a la muerte, tendrá siempre presente a los
misioneros: aunque apenas podía caminar, recorrerá algún trayecto del convento
ofreciéndolo por algún misionero que estaría cansado en ese momento; aunque
estaba convencida de que las medicinas y los remedios dolorosos que le
aplicaban no le iban a curar, los aceptaba por algún misionero que tal vez no
tuviese medicamentos con qué curarse.
Hoy, Santa Teresa
de Lisieux, pasa su Cielo «haciendo
el bien en la tierra»; ella sigue derramando
su «lluvia de rosas» sobre nosotros
para que nos acerquemos al Amor de Jesús y así vivamos nuestra fe en la
práctica de las pequeñas obras de cada día, teniendo cada vez más un corazón universal
y misionero.
Mossén Recaredo
Salvador Centelles
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