Llegado a mediados de noviembre 2017 para
incorporarme a esta presencia carmelitana en la capital de Togo, he sido
acogido calurosamente por la joven comunidad compuesta por dieciséis miembros:
tres religiosos carmelitas (Roger, Antoine y un servidor) y trece jóvenes en
formación: 6 postulantes carmelitas y 7 misioneros de la Misericordia Divina.
Estos últimos pertenecen a una nueva congregación autóctona, fundada por un
obispo togolés que falleció recientemente, y la Conferencia Episcopal Togolesa
ha pedido a los Carmelitas Descalzos la delicada tarea de acompañarles en su
vocación, puesto que estos jóvenes son los primeros y no tienen aún religiosos
para formarles. Togoleses, burkinabés y un español son las distintas
nacionalidades de los miembros de nuestro convento.
Nuestra comunidad de Carmelitas
Descalzos de Lomé (Togo)
Un clima marcado
por la alegría de la fraternidad compartida anima nuestra comunidad con
el ritmo cotidiano, semanal y mensual de nuestros encuentros para la oración y
la eucaristía y momentos de compartir la Palabra de Dios y las vivencias y la
recreación y los trabajos domésticos.
Nuestros jóvenes en formación estudian la Licencia
en Filosofía en el centro de estudios superiores Don Bosco de los Salesianos
que está muy cerca de nuestra casa, aquí en el barrio de Akodésséwa donde
habitamos. La mayor parte de los jóvenes misioneros de la Misericordia Divina
están en Teología y van a clase al seminario mayor inter-diocesano Jean Paul II
de Lomé.
Importante es pues el cuidado de nuestra vida de
cada día en la comunidad, en todos sus aspectos. De aquí, nuestros jóvenes
pasarán al noviciado, en Burkina Faso, un año intenso de iniciación a la vida
consagrada – carmelitana, para continuar luego à Abijan (Costa de Marfil) y
hacer los estudios de teología, ya como jóvenes religiosos. Mi misión aquí es
de colaborar en la animación de la vida comunitaria y en el acompañamiento de
los jóvenes en formación.
Colaboramos en la pastoral de la parroquia de los
Salesianos a la que pertenecemos. Por ejemplo, yo doy catequesis de
confirmación para un grupo de jóvenes en la capilla del barrio sucursal de la
dicha parroquia. También he comenzado a animar retiros espirituales a distintos grupos cristianos de la zona.
Durante la Cuaresma, vamos varias tardes por
semana a confesar en las distintas parroquias del arciprestazgo Sur de Lomé y
me impresiona mucho los numerosos cristianos de todas las edades que vienen a
recibir el sacramento de la reconciliación para preparar la Pascua. Decir que
los católicos son la mayoría aquí en la capital del país, respecto a otras
confesiones.
En un futuro próximo espero dar cursos de español
como medio de trabajo para ganarse el pan y contribuir así a la
autofinanciación de nuestra comunidad, que sigue dependiendo mucho
económicamente de nuestra Provincia Ibérica, puesto que son numerosos los
jóvenes en formación.
Con el
grupo de jóvenes de nuestra comunidad en excursión
Como experiencia pastoral más personal, compartir
la creación de dos grupos en estos meses, uno de adolescentes – chicos y chicas
que estudian el bachillerato – y otro de jóvenes – la mayoría universitarios y
otros que trabajan ya – con el objetivo de iniciarse en la vida de oración –
amistad con Jesús y la familiaridad con la Palabra de Dios -, el compartir entre los miembros y el
compromiso de evangelizar en su medio. Los sábados por la tarde hacemos las
reuniones, los chavales a las 15 H 30 y los jóvenes a las 17 H. Como
actividades complementarias, con el grupo de adolescentes, he comenzado a
preparar una obra de teatro, y con los jóvenes universitarios, voy a visitar a
los enfermos del barrio dos tardes por semana y preparamos una evangelización.
También he podido reeditar tres pequeños
documentos que había ya publicado en Burkina Faso, para venderlos de nuevo aquí
y que los aprovechen estos cristianos, uno
sobre la iniciación a la vida de oración, otro sobre santa Teresita del
Niño Jesús y el tercero sobre santa Isabel de la Trinidad.
En el momento que os escribo, la brisa agradable
del océano Atlántico corre por las ventanas y la puerta abierta de la habitación
que da al claustro del convento. Clima diferente pues al fuerte y seco calor de
Burkina Faso. También frecuentemente el cielo de la ciudad es atravesado por
los aviones que despegan y aterrizan en el aeropuerto internacional. Y desde la
terraza enorme de nuestro convento, además de gozar de la ya mencionada brisa
marinera, vemos el cercano puerto marítimo, uno de los más importantes de
África.
Estamos en un barrio popular de la ciudad donde sólo
las calles principales están asfaltadas. Ya con las primeras lluvias que han
caído, he constatado que todo se vuelve
un barrizal. Me han dicho que varias veces se recibió financiación para obras
de canalización y alcantarillados… pero el factor “corrupción” es fuerte
también aquí en Togo. Con un régimen dictatorial revestido de democracia, son
numerosas las injusticias vividas y sufridas por los Togoleses: la mayor parte
de las riquezas acaparadas por unos cuantos, acceso a los puestos de trabajo
por influencias, falta de perspectiva para una población joven muy numerosa,
incluso entre los que han estudiado en la universidad, salarios muy bajos de
los funcionarios, hospitales desprovistos de lo más necesario… La gente empieza
a movilizarse para contestar a tanta corrupción, pero aquí el ejército sigue
siendo fiel a régimen. Pero a pesar de todo, la vida sigue llena de color en
este pueblo togolés, compuesto en un buen porcentaje por las jóvenes
generaciones. Una sociedad y una Iglesia llenas de potencialidades y de retos…
Cómo no mencionar al papa Francisco cuando nos dice que “la vida se acrecienta
dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más
disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan
en la misión de comunicar vida a los demás» (Evangelii gaudium nº 10). Doy
gracias a Jesús por este buen ejemplo de vida que recibo de tantas personas en
estas latitudes y otros tantos provenientes de otros lugares que intuyo y
percibo también en mi oración y en mi vida. Y le pido que, como nos enseña
nuestra hermana santa Isabel de la Trinidad, cada uno de nosotros podamos
“estar junto a Él como un pequeño vaso cerca del manantial, de la fuente viva,
para poder comunicarlo a todos” (cf. Isabel de la Trinidad, Carta 191).
0 comentarios :
Publicar un comentario
Te pedimos que seas respetuoso con el comentario