“Cuando desde nuestra pobreza de
sacerdotes y medios nos abrimos a compartirlo con los otros, es una forma de
enriquecernos”
Históricamente, la evangelización de
América la hicieron los franciscanos, dominicos, agustinos y mercedarios de las
provincias castellanas, mientras que nuestras tierras no pudieron enviar
misioneros hasta el siglo XVIII. Como fruto del Concilio, en los años sesenta
hubo una nueva primavera misionera. El primer sacerdote que respondió fue mn.
Domenech (Sant Mateu, 1928).
- ¿Qué le motivó a
responder a la llamada del obispo Pont i gol y ofrecerse para ser enviado en
misión?
Yo pertenecía a
la Diócesis de Tortosa, y pasé a Segorbe-Castellón el 31 de enero de 1963. En el
segundo boletín que recibí, el Obispo Pont y Gol pedía voluntarios para ir a
América para cumplir el deseo de Juan XXIII. Como que acababa de llegar y no
tenía ningún lazo aquí, me ofrecí y me aceptó. El compromiso de la Diócesis era
aportar dos sacerdotes, y mn. Vicent Gómez y yo enviados a Chile.
- ¿Qué le aportó
personalmente esta experiencia?
Mi experiencia
más rica en Tortosa habían sido los Cursillos de Cristiandad, y a los dos días
de llegar a Chile me llamó el Arzobispo para que me encargara de ellos. Al
mismo tiempo, daba clases en el Seminario, en la universidad Católica, y me
ocupaba de la juventud universitaria. Este trabajo me aportó seguridad en mi
entrega al sacerdocio y el afán de comunicar a todos las realidades de la
Iglesia Católica de todo el mundo.
- Y a nivel diocesano,
¿qué aporta la misión?
De pronto,
cumple la obligación de participar en una acción de la Iglesia Católica. En
este sentido, los territorios de nuestra Diócesis siempre ha gozado de buena
fama misionera en España por la cooperación con las Jornadas Pontificas como la Santa Infancia, y eso
demostraba que los movimientos eclesiales habían trabajo mucho en la misión. Las
misiones también aportan una visión
universal de la Iglesia y distintas formas de vivir la fe. Todo ello enriquece
con una pastoral más abierta.
- ¿Qué claves
piensa que son esenciales en la misión actual?
Lo primero que
diría es que cuando los obispos españoles se quejaron a Juan XXIII de que
pidiera enviar sacerdotes, él les respondió que “la generosidad nunca ha arruinado a nadie”. Por
tanto, cuando nosotros, desde nuestra pobreza de sacerdotes y medios, nos
abrimos a compartirlo con los otros, es una forma de enriquecernos. Por otra parte,
cuando uno va a misiones lo hace sin las protecciones institucionales que
tenemos aquí. De ahí que, aunque al principio comencé centrándome solo en el
servicio parroquial, pronto me di cuenta que es como labrar en el mar, porque contactar
con el sacerdote dos veces en la vida no hace nada. Es necesario ir más allá y
por eso hice un plan basado en los Cursillos de Cristiandad, con la
espiritualidad carismática, y clases bíblicas para la formación. Y pienso que esto
también sirve aquí.
En estos años
son muchos los latinoamericanos que han venido y que colaboran en nuestras
parroquias.
- ¿Qué nos aportan?
- ¿Qué nos aportan?
La frescura de
una experiencia nueva, de un cristianismo que vive como un estreno del amor.
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